Una industria muy prolífera
Que cuándo se trata de dinero, ya sea por ambición o necesidad, la crueldad humana no tiene límites no es ninguna novedad.
Cómo explicamos en nuestras clases de buceo, los humanos asesinan más de 140 millones de tiburones por año, muchos de los cuales mueren accidentalmente atrapados en redes rastreras usadas para la pesca de atún o pez espada, y el resto mutilados por pescadores con el único fin de comercializar sus aletas en la rentable industria de los afrodisíacos, donde una sopa de aleta de escualo se vende por unos módicos 200 dólares.
Este maravilloso animal, admirable desde donde se lo mire, ya sea por su elegancia, diseño, sistema inmunológico, hidrodinámica y poder, habita los océanos de nuestro planeta desde hace más de 400 millones de años y vamos camino a extinguirlo en pocas décadas.
El tiburón se encuentra en el tope de la cadena alimenticia oceánica, pero el tiburón blanco en particular, conjuntamente con las orcas, son los principales depredadores de lobos marinos.
Más allá de la simpatía y ternura que estos animalitos nos despiertan, si no tuvieran depredadores, su población crecería en forma incontrolable, y dado que su principal alimento son los peces, terminarían haciendo desaparecer la fauna ictícola de los océanos, con la consecuente extinción de todos los demás animales que se alimentan de ellos. De allí el rol fundamental que cumple este escualo en el equilibro ecológico.
Pero no es este simple razonamiento evolutivo el que está produciendo que afortunadamente algunos países hayan comenzado a proteger a los tiburones, sino nuevamente el interés económico.
Algunos gobiernos se están dando cuenta que los tiburones son mucho más rentables vivos que en una sopa de aletas, y en esto el buceo cumple un papel fundamental.
En los últimos años ha crecido en forma exponencial la cantidad de buzos que frecuentan ciertos destinos para bucear con escualos, dando lugar al cada vez más de moda «Buceo Ecológico».
Personalmente creo que muy ecológico no es, ya que alimentar o cebar tiburones para atraerlos altera algunos hábitos y en algunos casos su humor. Pero si tenemos en cuenta que gracias a esta práctica, muchos países están empezando a protegerlos, y que sin esta protección esos tiburones terminarían en un plato de sopa afrodisíaca, no podemos dejar de admitir que a pesar de sus contras, es un cambio muy positivo.
Recientemente el gobierno de Maldivas prohibió la pesca del tiburón al constatar que conforme al aumento de escualos en sus transparentes aguas, el buceo experimentó tal crecimiento, que los ingresos reportados por esta actividad multiplicaron por 100 a los que producía la cruel práctica de matarlos.
El pueblo pesquero de Gansbaii, ubicado cerca de Capetown en Sudáfrica, que hasta hace pocos años vivía de la caza del tiburón blanco, ha experimentado un impactante crecimiento en poco tiempo desde que cambió esta sangrienta industria por la del turismo, convirtiéndose en la capital mundial del avistaje y buceo en jaula con el gran tiburón blanco.
El hombre nunca abandonará su ambición e intereses económicos, pero ojalá estos ejemplos sirvan para darnos cuenta que con un poco de lucidez, siempre encontraremos mejores soluciones para nuestros bolsillos que la muerte y la destrucción.
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